Vivimos en un mundo civilizado, en el que a veces no basta tener un muy buen discurso oral, porque es necesario también manejar el discurso textual, en el que se reflejan los deseos más profundos. Es importante que aprendamos a desenvolvernos en ambos tipos de discursos, pero para nuestro propósito inicial es indispensable empezar por la escritura.
Ahora conociendo un poco más los antecedentes de la escritura nos daremos cuenta de su importancia en la vida de las personas, a través de su vigencia imborrable. En ese sentido la escritura ha sido, sin duda, uno de los acontecimientos más trascendentales, que se haya podido gestar a través de la historia.
Ésta, se ha consolidado como memoria fotográfica del conocimiento, a través de registros que la humanidad, con el paso del tiempo, ha conocido de forma parcial más no total, de la mano de los escritores, y de las demás personas que teniendo dominio, han contribuido en la construcción del conocimiento desde sus diversos campos de acción.
Todos ellos establecieron sus propias formas a partir de los diferentes géneros literarios o en los diferentes tipos de texto, hasta plasmar su discurso oral en el discurso escrito –pero de una forma elaborada-, demostrando que no tienen ningún problema en hacer la conversión pertinente.
¿Pero porqué la escritura ha logrado pervivir con el paso del tiempo? Sencillamente, porque ante la necesidad de comunicarnos, los sujetos discursivos pensaron en romper la distancia, para traspasar fronteras y así llegar más lejos que la oralidad. En ese sentido, sigue siendo innegable su presencia en nuestras vidas, porque con ella, la humanidad ha conseguido formalizar, y más aún legalizar, el pensamiento, que se traduce en conocimiento.
Éstas aspiraciones se inscriben en unos ámbitos que se enriquecen por medio de experiencias cotidianas o mundanas o en su defecto de sus interacciones y del contacto intercultural con otras personas porque parten, según Ana Teberosky, de una situación de la comunicación en la que se juegan intereses, intencionalidad, el poder; donde está presente la ideología y las valoraciones culturales de un grupo social determinado, que tiene muy en cuenta todo escritor a la hora de escribir. Para ello el ser humano se vale de sus saberes, para poder escribir y además de sus competencias e intereses, porque nada viene de la nada.
Por lo tanto, el escritor cuando se comunica, lo hace desde su propio espacio cultural, el cual pone a funcionar en relación con su visión de mundo, sus nociones sobre las cosas, sobre los hombres y sobre sí mismos. Es difícil en él, porque logra convertir todas esas particularidades, ya que transforma con facilidad el lenguaje convencional en lenguaje simbólico, y hasta lo modeliza de forma secundaria. Además posee la capacidad de jugar con las palabras, mide su vocabulario sin ningún problema, crea nuevos mundos a través de la escritura, cuyo sustento mediático son las palabras.
De esta manera, mientras se usa de forma apropiada junto con el conocimiento que hemos construido, se logra tener el poder en sus manos y más aún se puede llegar a tener el control sobre un grupo, el cual lo reconocerá por lo que ha logrado despertar con sus escritos, pues éstos cumplen su verdadero objetivo cuando se convierten en un aliciente para el alma, que aunque algunos no crean por el escepticismo que manejan, que así como la medicina devuelve la vida, la literatura dignifica las almas.
Finalmente, la escritura hoy por hoy ha sido el medio para la transformación de la sociedad, fundadora de nuevos mundos, y escenario donde confluyen saberes, intereses, y poderes que persiguen un mismo ideal.
Por: William Geovany Rodríguez Gutiérrez*
Licenciado en Lengua Castellana
Universidad del Tolima
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